Bajo tu influiencia

(El amor es una especie de milicia. ¡Apartaos los que seáis flojos! Estas enseñas no deben ser defendidas por gentes pusilánimes. Noches, borrascas, largos caminos, crueles dolores y toda clase de trabajos entran en este campamento del placer.)

Y en el trajín de ese campamento quiero llenarme de ti, hasta desbordarme. Eso es lo que quiero. Y que cuando parezca que me he sobrado, que mi cuerpo ya no puede recibir más, solicitar ansiosa que me cubras de nuevo y te vacíes en la embestida. Exprimirte hasta sentir tu aliento estremecido y vacilante. Exhausto. Eso quiero. Y arder en tus llamas para renacer, una y otra vez. Sudor contra sudor, y ningún testigo. Y bucear en ti, saboreando lujuriosa y suavemente cada pliegue de tu piel, hasta aprenderme tu cuerpo. Aullando dolidos mis poros por fundirse con los tuyos y alcanzar la más deliciosa de las locuras. Eso es. Y después, sin ti, y a solas, poder desatar mi imaginación con la realidad como estandarte, con el recuerdo palpable de tus brazos cálidos, con tus gemidos colmando mi espacio y tu dulce aliento acariciando mi piel ardiente y sudorosa. Todo a cambio de nada, simplemente suspirar arrebatada si tengo noticias tuyas, arrastrándome codiciosa y solícita en pos tuya si me reclamaras. ¿Eso quieres tú? Que mis instintos no han sido tallados en la más sólida de las piedras clama a los vientos. Y tus palabras, servidas finamente engalanadas entre exquisitas brumas, instigando mis entrañas, desgajándolas a conciencia para intuir, ver y casi palpar lo que en éstos momentos no deja de ser más que un martirio para mi espíritu, no pueden ser tomadas en vano. Y me perdería en tus caricias, no lo dudes; pidiendo más con cada gemido. Endulzándome con tu miel y confundida entre paisajes. Tentándote en perversos y delirantes besos para alargar el tiempo. Deshacerme en tus labios. Diluirme entre tus dedos… No quiero recobrar el sentido, no quiero regresar a la Tierra.